miércoles, 18 de junio de 2008

InProTech

Los rumores iban y venían como un bolsa de plástico entre dos apartamentos y su correntada. InProTech estaba barriendo a sus competidores mas rápido que un Ferrari a una tortuga. Otra empresa mas que sale de la nada y que al instante de su nacimiento ya cuenta con cien empleados y tres pisos de apartamento. Noticia en Nasdaq, noticia en Tokyo y en Los Tigres. Probablemente yo nunca había visto algo tan asombroso desde cuando me ocurrió lo mas asombroso en otra época que no recuerdo. Es que InProTech no es algo de todos los días, es de ningún DIA, una empresa de software así no ocurre, porque? Porque ya no existen mas empresas de software independientes, son departamentos enteros de multinacionales bancarias, científicas, de comunicaciones o gobiernos. Ninguna empresa independiente tiene el capital suficiente para conseguir clientes, producir y barrer a los competidores cuando ni siquiera existen, pero allí está InProTech, barriendo los departamentos de software, las Software Factory, de las multinacionales dedicadas al negocio de la comunicación.

Yo en ese momento trabajaba para TilSol, el departamento de informática de Brasil y uno de los mas exitosos desde que se pudo fusionar software con creatividad. La creatividad había sido uno de las grandes utopías de los hackers, era como una promesa política del gobierno, nadie se animaba a negar su existencia, porque era su pasaje a lo humano, era la promesa de agregarle a palabras sin contenido emocional una capa de creación, de arte, era decir “soy humano”. Yo siempre CREI en esa utopía hasta que se hizo realidad y entonces me di cuenta de que mi creatividad era casi cero. Ser artista es un estado mental, pero no es el típico estado mental de hacker, el estado de artista es de los mas amplios de los que tengo noticia, primero el arte, el 'estado de artista' y luego una aplicación, un estado derivado pero a su vez mas especifico, concentrado en esa aplicación, como ejemplo la pintura o el hacking. El hacking tiene limites contextuales, el arte no, alimenta al hacking, pero el hacking no lo toma todo, solo lo que le sirve, una parte. Yo no era lo suficientemente creativo y mi hacking dependía de mi estado emocional, era un hacker por temporadas.

Y en Brasil había un estado de creatividad importante, personas comunes, lleno de ellas que respiraban arte, no en el sentido del arte de los libros, no ese, sino el arte nuevo, el del DIA a DIA, el arte que siempre nace y muere, pero el interesante permanece. Y siempre hubo buenos hackers en Brasil, los pocos que había eran buenos y eran artistas a su vez, hasta la época de los nuevos lenguajes de programación, los que para trabajar en ellos había que expresarse en ellos, eran como idiomas y nosotros unos poetas escribiendo en ellos. Para esos potentes lenguajes se necesitaban hackers y artistas, de allí que TilSol de Brasil con sus artistas brasileros era de los mejores departamentos de software del mundo.

No recuerdo como empecé a trabajar en TilSol, en mis anotaciones no figura esa historia, siempre que recuerdo algo que me pasó lo escribo, solo se que ellos no sabían nada de mi hacking temporal. Cuando me uní a ellos todo fue genial, era algo nuevo para mí, estimulante, mas estimulante que los coctels. Empecé en un equipo creando un modulo de predicciones el cual luego lo conectamos con el sistema de pagos de impuestos. Fue fascinante, todos éramos hackers, los habíamos en informática, en matemática, en economía. El proyectó fue bien y nos tomamos un mes entero de vacaciones, entonces decaí nuevamente. La playa me parecía excelente, la música, la noche, los tragos, las drogas y todo lo demás no me importaba, seguía su ritmo, aparentaba y reía mucho y decía cosas inteligentes, pero yo pensaba en otra cosa, no sabía que era, no lo podía recordar. Solo recordaba porqué no recordaba, nada mas.

Sabia que había trabajado en Estados Unidos, era otro mundo completamente distinto, no ocurrían errores, no se los permitía, podía fallar un sistema pero no una persona, había un control constante sobre los empleados, como bebes prematuros. A los que nos equivocábamos nos comenzaban a estudiar físicamente y sicológicamente. Estudiaban todo, desde que comíamos, que ropa usábamos, que pensábamos, que sentíamos. Los sicólogos y siquiatras hacían un trabajo minucioso, no dejaban escapar nada, éramos demasiado valiosos, mas que nosotros lo valioso era nuestro conocimiento acerca de los sistemas que habíamos desarrollado. Ellos averiguaron las causas de mis depresiones, probaron muchos métodos hasta que hablé, lo conté todo, me diagnosticaron una enfermedad con nombre extraño, pero no podían arreglarme, entonces borraron de mi memoria las mayoría de los enlaces hacia los recuerdos causantes de mi depresión y me implantaron otros.

Cuando salí del tratamiento, seguimos en un nuevo sistema, un sistema chico, con poca complejidad, era como una prueba poco exigente para mi mientras era monitoreado por el equipo psiquiátrico. Mi capacidad no era la misma, mi experiencia de vida era una parte importante en mi capacidad ahora disminuida. Yo no les servía enfermo y no les servía sano. Ellos habían fracasado en su tratamiento, no podían hacer mas nada y me liberaron.

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